En el momento en que nos quedamos embarazadas, nuestro cuerpo empieza a presentar cambios a nivel anatómico y fisiológico para adaptarse al desarrollo de la nueva vida que se está gestando.
La ganancia de peso durante el embarazo, conlleva un cambio postural, alternando patrones en articulaciones y estructuras musculo esqueléticas. Alrededor de la mitad de las mujeres embarazadas presenta un aumento de la curvatura lumbar, una flexión anterior del cuello y un desplazamiento hacia debajo de los hombros. Todo ello conlleva a que muchas de las mujeres embarazadas presenten dolor en algún momento.
El baile hormonal va a hacer que exista un aumento de la laxitud en ligamentos, sobre todo en la pelvis para favorecer el paso del bebé en el proceso de parto. La musculatura abdominal sufre un estiramiento, debilitamiento y separación, dificultando una buena posición y aportando mayor presión sobre la musculatura de la espalda. A su vez, una separación excesiva de la musculatura abdominal puede conllevar a sufrir diástasis abdominal, debido al ensanchamiento de la línea alba y el crecimiento del útero, ante todo en las últimas semanas de gestación.
Como consecuencia de todo lo anterior, la pelvis se inclina de forma significativa, lo que conlleva a un mayor reclutamiento de la musculatura extensora de la cadera, los abductores, musculatura de tobillo y flexores del pie.
Por tanto, es muy recomendable la práctica regular de ejercicio durante el embarazo, para así que puedas llevar mejor todos estos cambios y evitar o mejorar los dolores asociados. La OMS recomienda salir a caminar de forma vigorosa al menos 150’ a la semana durante el embarazo y combinarlo con 2-3 días de entrenamiento de fuerza, movilidad y ejercicio específico para suelo pélvico siempre que no existan contraindicaciones médicas.
Así que ya sabes, si estás embarazada muévete para sentirte bien y llevar un embarazo activo, saludable y en forma.
Begoña Valls